La norma moral de la Encíclica Humanae vitae
sobre el acto matrimonial - 18/7/1984
1. En la Encíclica Humanae vitae leemos:
"Al exigir que los hombres observen las normas de la ley natural, interpretada
por su constante doctrina, la Iglesia enseña que cualquier acto matrimonial debe
quedar abierto a la transmisión de la vida" (Humanae vitae, 11
).
Contemporáneamente el mismo texto
considera e incluso pone de relieve la dimensión subjetiva y psicológica, al
hablar del "significado", y exactamente, de los "dos significados del acto
conyugal".
El significado surge en la conciencia con
la relectura de la verdad (ontológica) del objeto. Mediante esta relectura, la
verdad (ontológica) entra, por así decirlo, en la dimensión cognoscitiva:
subjetiva y psicológica.
La "Humanae vitae" parece dirigir
particularmente nuestra atención hacia esta última dimensión. Esto se confirma
por lo demás, indirectamente, también con la frase siguiente: "Nos pensamos que
los hombres, en particular los de nuestro tiempo, se encuentran en grado de
comprender el carácter profundamente razonable y humano de este principio
fundamental" (Humanae vitae, 12 ).
2. Este "carácter razonable" hace
referencia no sólo a la verdad en la dimensión ontológica, o sea, a lo que
corresponde a la estructura real del acto conyugal. Se refiere también a la
misma verdad en su dimensión subjetiva y psicológica, es decir, a la recta
comprensión de la íntima estructura del acto conyugal, o sea, a la adecuada
relectura de los significados que corresponden a tal estructura y de su
inseparable conexión, en orden a una conducta moralmente recta. En esto consiste
precisamente la norma moral y la correspondiente regu lación de los actos
humanos en la esfera de la sexualidad. En este sentido, decimos, que la norma
moral se identifica con la relectura, en la verdad, del "lenguaje del
cuerpo".
3. La Encíclica "Humanae vitae" contiene
por tanto, la norma moral y su motivación, o al menos, una profundización de lo
que constituye la motivación de la norma. Por otra parte, dado que en la norma
se expresa de manera vinculante el valor moral, se sigue de ello que los actos
conformes a la norma son moralmente rectos; y en cambio, los actos contrarios,
son intrínsecamente ilícitos. El autor de la Encíclica subraya que tal norma
pertenece a la "ley natural", es decir, que está en conformidad con la razón
como tal. La Iglesia enseña esta norma, aunque no esté expresada formalmente (es
decir, literalmente) en la Sagrada Escritura; y lo hace con la convicción de que
la interpretación de los preceptos de la ley natural pertenecen a la competencia
del Magisterio.
Podemos, sin embargo, decir más. Aunque
la norma moral, formulada así en la Encíclica "Humanae vitae", no se halla
literalmente en la Sagrada Escritura, sin embargo, por el hecho de estar
contenida en la Tradición y -como escribe el Papa Pablo VI- haber sido "otras
muchas veces expuesta por el Magisterio" (Humanae vitae, 12 ) a los fieles,
resulta que esta norma corresponde al conjunto de la doctrina revelada contenida
en las fuentes bíblicas (cf. Humanae vitae, 4 ).
4. Se trata aquí no sólo del conjunto de
la doctrina moral contenida en la Sagrada Escritura, de sus premisas esenciales
y del carácter general de su contenido, sino también de ese conjunto más amplio,
al que hemos dedicado anteriormente numerosos análisis, al tratar de la
"teología del cuerpo".
Propiamente, desde el fondo de este
amplio conjunto, resulta evidente que la citada norma moral pertenece no sólo a
la ley moral natural, sino también al orden moral revelado por Dios: también
desde este punto de vista ello no podría ser de otro modo, sino únicamente tal
cual lo han trasmitido la tradición y el magisterio y, en nuestros días, la
Encíclica "Humanae vitae", como documento contemporáneo de este magisterio.
Pablo VI escribe: "Nos pensamos que los
hombres, en particular los de nuestro tiempo, se encuentran en grado de
comprender el carácter profundamente razonable y humano de este principio
fundamental" (Humanae vitae, 12 ). Podemos añadir: ellos pueden comprender,
también, su profunda conformidad con todo lo que transmite la Tradición,
derivada de las fuentes bíblicas. Las bases de esta conformidad deben buscarse
particularmente en la antropología bíblica. Por otra parte, es sabido el
significado que la antropología tiene para la ética, o sea, para la doctrina
moral. Parece, pues, que es del todo razonable buscar precisamente en la
"teología del cuerpo" el fundamento de la verdad de las normas que se refieren a
la problemática tan fundamental del hombre en cuanto "cuerpo": "los dos serán
una misma carne" (Gén 2, 24).
5. La norma de la Encíclica "Humanae
vitae" afecta a todos los hombres, en cuanto que es una norma de la ley natural
y se basa en la conformidad con la razón humana (cuando ésta, se entiende, busca
la verdad). Con mayor razón ella concierne a todos los fieles, miembros de la
Iglesia, puesto que el carácter razonable de esta norma encuentra indirectamente
confirmación y sólido sostén en el conjunto de la "teología del cuerpo". Desde
este punto de vista hemos hablado, en anteriores análisis, del "ethos" de la
redención del cuerpo.
La norma de la ley natural, basada en
este "ethos", encuentra no solamente una nueva expresión, sino también un
fundamento más pleno antropológico y ético, bien sea en la palabra del
Evangelio, bien sea en la acción purificante y fortificante del Espíritu
Santo.
Hay, pues, razones suficientes para que
los creyentes y, en particular los teólogos relean y comprendan cada vez más
profundamente la doctrina moral de la Encíclica en este contexto
integral.
Las reflexiones, que desde hace tiempo
venimos haciendo, constituyen precisamente un intento de una relectura
así.
Joannes
Paulus pp.
II